Ensayo sobre la CULTURA ANDINA Y SUS APORTES A LA IDENTIDAD NACIONAL
Inicialmente debo decir que creadores de la Comunidad, los pueblos
andinos fueron sabios porque reconocieron en la armonía de la naturaleza sus
principios de vida, expresándolo en su orden social, en sus obras de ingeniería
o arquitectura y en su arte.
La geografía andina eleva sus
cordilleras abarcando los más variados pisos ecológicos desde el mar hasta la
selva.
Durante más de 5000 años se
desarrolló en los Andes una cultura ecuménica, que integró en su diversidad a
los Pueblos de la región, tales como Chavín, Vicus, Recuay, Moche, Tiahuanaco,
Paracas , Nasca, Wari, Chancay, Inca..., antecesores de pueblos tradicionales
aún protegidos en las alturas y selvas andinas.
La importancia de la Cultura Andina para la Humanidad se expresa en
sus principales logros culturales, como son la Comunidad Andina, definida por
su concepción de reciprocidad y de respeto entre los seres y la Naturaleza, y
la Sabiduría Andina que integra conocimiento y espiritualidad como principios
de vida.
La Cultura Andina, en cuanto
sistema de pensamiento, constituye un cuerpo con lógica propia: la lógica
trivalente o también conocida como lógica incluyente. Sustenta su pensamiento
holístico expresado en su axioma "lliu ñoqanchispi ñoqanchistaq
lliupi", que significa "el todo en nosotros y nosotros en el
todo".
La búsqueda de una identidad
nacional peruana ha sido la gran aspiración que políticos, caudillos e
intelectuales han buscado para el país, desde la propuesta criolla hasta el
indigenismo más extremo. ¿Qué somos?, ¿cómo somos?, ¿qué nos identifica como
peruanos? Esta búsqueda, en pleno siglo XXI, continúa sin resultados que
satisfagan las expectativas latentes de identidad nacional, pese a que contamos
con mayores elementos de juicio que contribuyen a comprender y perfilar mejor
nuestra identidad.
En el Perú existe una tendencia a
marcar y subrayar las diferencias culturales y raciales, en contraposición al
hecho que posibilitó la construcción de nuestra historia nacional mestiza y
para el que, desde el enfoque cultural e identitario, resulta difícil encontrar
un “término” que involucre y explique ese mestizaje.
Así, el Perú es cuna de múltiples
culturas como la quechua y aymará, cuya cosmovisión es distinta a la
afroperuana, shipiba o aguaruna, también peruanas, y las de éstas disímiles a
la costeña o a la netamente occidental. En nuestro país existe una apología a
la diversidad cultural e identitaria, que subraya las diferencias de origen y
que tiene un prurito racial y cultural muy fuerte. Por ello, no es extraño que
escuchemos contraponer culturas, como la cultura indígena vs. la occidental, o
considerar a la nación aymará como algo distinto y antagónico a las otras
culturas. Siendo así, resulta difícil converger en una identidad nacional que
vertebre todas las manifestaciones del ser nacional. Es bueno precisar que no
se trata de sumar la diversidad cultural e identitaria existente en el Perú y
tener como resultado una nación supuestamente cohesionada.
Por otro lado, en el Perú
encontramos nuevos procesos de expresión cultural e identitaria que van más
allá de las diferencias existentes; procesos culturales que empiezan a darle
nuevos rostros y formas a eso que llamamos peruanidad. Desde el siglo pasado se
empezó a vislumbrar señales de ello. Los pobladores andinos no solo han poblado
físicamente las grandes y pequeñas ciudades de la costa. Son sus rostros,
vivencias y expresiones culturales los que han dado lugar a un mestizaje que, a
las claras, pinta de cuerpo entero la realidad que se avizora: un país con
perspectivas históricas que sintonizan con las aspiraciones de todos los
peruanos y que se expresa en un término que aún tiene cierto lastre despectivo,
pero que ahora cobra valoración social y económica: “lo cholo”. Término
peyorativo –como lo sigue siendo la expresión “serrano” o “indio”– que pone al
desnudo un racismo aun insistente en algunos sectores de la sociedad peruana.
Al respecto el testimonio de José
María Arguedas, describiendo al Perú de los años 20 del pasado siglo, es
ilustrativo: “un ‘serrano’ era inmediatamente reconocido y mirado con
curiosidad o desdén; eran observados como gente bastante extraña y desconocida,
no como ciudadanos o compatriotas. En la mayoría de los pueblos pequeños
andinos no se conocía siquiera el significado de la palabra Perú. Los
analfabetos se quitaban el sombrero cuando era izada la bandera, como ante un
símbolo que debía respetarse por causas misteriosas, pues una falta hacia
él podría traer consecuencias devastadoras. ¿Era un país aquél que conocí en la
infancia y aún en la adolescencia? Sí, lo era. Y tan cautivante como el actual.
NO era una nación”.
Esta descripción de Arguedas
grafica con mucha claridad el desprecio racial incubado en el corazón y en la
cabeza de muchos peruanos. No hemos terminado de construir nuestra nación y
esto no será posible en tanto exista ese tipo de actitudes excluyentes. Sin
embargo, hoy es evidente que el contexto social ha variado en algo. Los
pobladores llamados andinos, amazónicos, etc., han encontrado canales alternos
de expresión más allá de la música o el arte, y participan cada vez en ámbitos
como el empresarial llamado “emergente”.
En este contexto, a tono con las
visiones antes reseñadas, existen dos posibilidades que permita cohesionar a un
país desmembrado. La primera es que sigamos solo apostando por fortalecer
identidades regionales en un país que aún no termina por sentirse una nación.
Tal postura es una visión errada de la multiculturalidad, ya que solo afirma
diferencias pero que no tiende puentes para reconocer puntos en común, dejando
de lado la posibilidad de construir un proyecto de país.
Otra posibilidad es ir dándole
forma a ese proceso que recorre el país de un extremo a otro y que tiene
distintas formas de expresión; eso que podemos llamar la nueva peruanidad, que
da cuenta de cómo el andino y el amazónico que migraron a la ciudad no se
separan social ni culturalmente de aquellos que se quedaron en su lugar, no
obstante los elementos de la modernidad que trastocaron su vida, sea la ciudad,
la radio, la televisión, el Internet, entre otros, que deben ser utilizados
también como parte de esa construcción.
¿Es posible entonces hablar de
una identidad nacional chola en un país multicultural y diverso como el
nuestro? Al respecto, no se trata de soslayar y dejar de lado la riqueza de la
diversidad de culturas peruanas, sin embargo, es innegable el sincretismo de la
cosmovisión andina con la occidental. Y es que el Perú de hoy se ha forjado a
partir de esa fusión andino-occidental. Obviamente, lo que a esta cultura
aporta la cosmovisión andina es invalorable, si bien la modernidad tiene
factores más dinámicos; hay elementos andinos que son sellos de la cultura
peruana y nos hacen diferentes a las otras, por lo que el sistema educativo
debería recogerlos y expresarlos, el sistema político atenderlos y el social
recrearlos en nuestra integración nacional e inserción en la comunidad mundial.
En conclusión; afirmaré que a posibilidad de afirmarnos como nación es
una decisión colectiva y también individual. Se trata de reconocer que hay
elementos en común, más allá del territorio y nuestra diversidad. Solo podremos
afirmar esta nación si asumimos que nuestro proceso de construcción cultural es
parte de un proyecto común y que el término “cholo”, que sirvió para
discriminar, para diferenciarse con el otro y excluirlo, en la actualidad es
expresión de una peruanidad plena de pujanza, esfuerzo, trabajo, arte, cultura,
creatividad, etc. Efectivamente, esa mayoría que estuvo al margen del sueño
republicano hoy empieza a tener protagonismo y la posibilidad de expresar la
identidad peruana: “la chola”, término que no zanja, sino que abre posibilidades
para afirmar la construcción de la nación peruana y de nuestra identidad
humana, que nos haga ciudadanos del mundo.
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