Ensayo sobre el CAUTIVERIO DE TACNA

INTRODUCCIÓN

Una de las páginas dolorosas y a la vez resaltantes de nuestra vasta historia, está referida al ejemplo de peruanidad legado por Tacna, quienes a pesar de haber permanecido por casi medio siglo en cautiverio, supieron mantener incólume su admirable patriotismo, resistiendo las presiones del ejército invasor a pesar de los agravios y muertes inmerecidas, así como de la forzada partida de sus hijos hacia otras ciudades para estar alejados de las presiones ejercidas por la ocupación extranjera.

FUNDAMENTO

Cuando se inició la guerra con Chile (1879), Tacna era una de las ciudades más progresistas del país por su situación geográfica. Para detener la ofensiva enemiga, debieron converger en sus inmediaciones los ejércitos de Perú y Bolivia, los mismos que fueron apoyados por la población local convirtiéndose de este modo los humildes artesanos, arrieros y labriegos, en admirables soldados, cayendo muchos de ellos luchando en defensa de la Patria en las batallas del Alto de la Alianza y Arica.
Una vez caídas las posiciones peruanas establecidas en Arica, sobrevino la ocupación extranjera. Desde sus inicios fue una guerra desigual, de nuestra parte defensiva y de la otra expansionista. Fueron muchos los tacneños que ofrendaron su vida defendiendo el honor de su nación. Nombres como el de Gregorio Albarracín, Alcázar, Blondell, Bustíos, Cornejo, José Joaquín Inclán, Jiménez, MacLean, Nacarino, Pedraja, Vargas, Vidal, entre muchos otros, serán siempre recordados por su generosidad y entrega en defensa de la Patria.
Los tacneños que permanecieron en cautiverio durante la ocupación extranjera, sufrieron muchos vejámenes e inclusive eran presionados y obligados durante las ceremonias u otros actos, a saludar a la bandera de Chile, aún estando en territorio peruano, por lo cual nuestros compatriotas hacían tal saludo a la bandera extranjera de mala gana y le dieron a tal gesto el carácter de intrascendente y superfluo, “sólo por cumplir”. De ahí es donde surge la expresión: “un saludo a la bandera”.
En 1919 es cuando las autoridades chilenas ven a los peruanos en edad de hacer servicio militar y les piden enrolarse, y muchos por no hacerlo escapan y Tacna se convierte en una ciudad de mujeres, ancianos y niños. Es por eso que en Tacna, el 28 de agosto de todos los años, al efectuarse la Procesión de la Bandera, esta es llevada principalmente por mujeres. Jorge Basadre salió de Tacna aún siendo niño, también Jiménez Borja y todos los tacneños que estaban en edad de hacer el servicio militar para el ejército chileno.
En 1929, cerca al fin del oncenio de Leguía, se decidió abruptamente realizar el Tratado de Lima. El 3 de junio de ese año Pedro Rada y Gamio -en representación del Perú- y Emiliano Figueroa Larraín -en nombre de Chile- firmaron el protocolo que acabó con el conflicto en la frontera sur. El departamento de Tacna y Arica quedaba dividido en dos partes, la primera para el Perú y la segunda para Chile.
Luego de las expresiones diplomáticas de buena voluntad de ambas partes, el 28 de agosto de 1929 se concretó la reincorporación de Tacna al Perú, que en realidad nunca dejó de ser peruana. En tal fecha los tacneños con suma algarabía presenciaron el izamiento de nuestro pabellón nacional. Hombres mujeres y niños con profunda unción patriótica colocaron su mano derecha a la altura del corazón, latiente de peruanidad y plenos de indescriptible emoción, con lágrimas de gozo en el rostro vieron elevarse ondulante en el mástil, la bandera amada y a los acordes de la banda de músicos entonaron las hermosas notas y melodías del Himno Nacional del Perú.
Nunca antes las notas de nuestro canto sagrado se sintieron tan hermosas, profundas y significativas, por ser vertidas en aires de libertad. Luego la vieja campana de la iglesia matriz repicó vibrantemente por breves instantes que precedieron al desfile militar. Tacna regresaba a la heredad nacional después de una injusta guerra y largo cautiverio; pasaje de la historia que todos debemos conocer para amar más a nuestra patria, dejando de lado resentimientos y buscando cada vez más la integración con nuestros hermanos del país del sur, en estos nuevos tiempos en que debemos fomentar la paz e integración regional.
Tacna y Arica representan, en la memoria de los peruanos, las gestas patrióticas más relevantes, las que más recrean los imaginarios del heroísmo y coraje del sujeto colectivo nacional. Ciertamente, la exaltación de mártires y de batallas memorables es esencial en la narración histórica de toda nación moderna.
A Tacna, sin embargo, no se le recuerda tanto por su batalla. Tal parece que el esfuerzo de 25 mil hombres que se enfrentaron a cañonazos, balazos y bayonetazos en el Campo de la Alianza, el 26 de mayo de 1880, no fue suficiente para instalar imágenes claras de aquel combate en la posteridad.
A Tacna se le recuerda más por lo que ocurrió después, por sus 49 años de cautiverio, por la resistencia activa y pasiva de su población civil, por el heroísmo de sus mujeres. A Tacna elegimos recordarla por sus efemérides victoriosas: por el “enésimo” año de su reincorporación al Perú.
Arica, en cambio, es la batalla modélica de la Guerra del 79, es la batalla de los héroes gloriosos, de aquellos que alcanzan las palmas del martirio. Arica nos deja frases para la posteridad, así como la pintura del viejo coronel resistente y el idealismo del joven mártir acaudalado. Los héroes de Arica son los que más se asemejan a los héroes clásicos, como a los trescientos de las Termópilas que prefirieron la gloria eterna a los años que les quedaban por vivir.
La paradoja de todo aquello es que la recordación de las dos cautivas está signada por el destino que a cada una le tocó en suerte. Pareciera que en el inconciente colectivo nacional –o en la lucubración de algún político– el tratado de 1929 hubiese determinado no solo de qué manera recordar a Tacna y Arica, sino también de qué manera olvidarlas.
Es así como en la percepción corriente nacional, a la batalla de Arica se le recuerda más que a la de Tacna, cuando en esta última se decidió la campaña terrestre de la Guerra del 79. Ciertamente, la batalla de Tacna –o del Campo de la Alianza– enfrentó a las principales divisiones de los ejércitos de los tres países implicados en el conflicto, y fue el mayor enfrentamiento militar a lo largo de toda la conflagración.
Al contrario, poco se ha investigado y difundido acerca de los esfuerzos resistentes que realizó la población ariqueña entre 1880 y 1929, e incluso después. En general, sabemos de los tarapaqueños repatriados por Leguía en la década de 1920. Sin embargo, parece que cuando se trata de Arica, preferimos que Bolognesi queme eternamente su último cartucho y que Alfonso Ugarte salte a la gloria por toda la eternidad.

CONCLUSIÓN

Como hemos podido observar, el dilema entre la memoria y olvido influye en la manera como nos representamos el pasado nacional. Por un lado, es claro que nuestros héroes son personajes entrañables que ameritan nuestra recordación. Por el otro, parece impostergable la difusión de nuevas interpretaciones de la Guerra del 79 que posibilite la discusión de antiguas posturas, así como la revisión de los postulados tradicionales de la historia oficial.

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