La mansión siniestra CUENTO CREADO
La mansión siniestra
En la noche más oscura, en un antiguo caserón
abandonado, resonaban los ecos de terribles lamentos y gritos ensordecedores.
La mansión estaba poseída por una presencia malévola que se alimentaba de la
sangre de los incautos que se aventuraban allí.
Un grupo de jóvenes intrépidos decidió explorar el
lugar, ansiosos por experimentar emociones extremas. Ignoraron las advertencias
y entraron en la mansión. Pronto se encontraron con pasillos oscuros y
habitaciones en ruinas.
De repente, una puerta crujiente se abrió de par en par,
revelando una sala cubierta de sangre. Manchas rojas salpicaban las paredes y
en el centro había una figura grotesca sosteniendo un cuchillo ensangrentado.
Los jóvenes se horrorizaron al darse cuenta de que habían entrado en la guarida
de un sanguinario asesino en serie.
Sin tiempo para escapar, fueron atrapados uno por uno.
Los gritos de agonía resonaban en cada esquina mientras el asesino desataba su
furia despiadada. La sangre brotaba en ríos, tiñendo el suelo y salpicando las
paredes con un macabro patrón.
El aire se llenó de un olor metálico y nauseabundo, y el
sonido de la carne siendo desgarrada se mezclaba con los gemidos de dolor. El
asesino disfrutaba cada momento, deleitándose con el terror en los ojos de sus
víctimas.
Cuando solo quedaba uno de los jóvenes, el asesino se
detuvo, mirándolo fijamente. El joven, cubierto de sangre y temblando de miedo,
suplicó piedad. Pero la figura siniestra solo sonrió sádicamente antes de
asestar el golpe final.
En ese momento, el caserón tembló y las paredes se
desmoronaron, liberando una explosión de energía malévola que consumió al
asesino y al último de los jóvenes. El horror llegó a su clímax y la mansión
quedó en silencio, sumida en la oscuridad una vez más.
Desde entonces, nadie se atrevió a acercarse a aquel
lugar maldito, pero los ecos de los gritos y el olor a sangre persistían,
recordando a todos que el mal puede acechar en los rincones más oscuros y
despiadados.