MONOGRAFIA ANTROPOLOGIA DE LA SALUD
PRESENTACIÓN
El presente trabajo
monográfico del “ANTROPOLOGÍA-SALUD” tiene el propósito de desarrollar, en los
estudiantes universitarios, la mejor comprensión de este curso, que servirá
para reforzar los conocimientos adquiridos en su respectiva unidad
universitaria.
Deseo que este pequeño
trabajo cumpla su objetivo. Este texto es producto de nuestro de nuestros
amplios conocimientos de los alumnos de la UNJBG, Facultad de Enfermería.
Agradecemos a quienes puedan
hacerme llegar sus observaciones, críticas y sugerencia que sirvan a este y
posteriores trabajos.
Nuestro agradecimiento
también, a todos que coperaron en la realización de este trabajo y el reconocimiento debido a nuestra
compañera: Sharom , Mery Apaza
Vilca
INTRODUCCIÓN
La
calidad en salud está en su apogeo, ya que hoy se esta conociendo su importancia
a través de los sistemas de salud de todo el mundo, implementando diversas
formas de control de calidad en salud, pero ¿ quién conoce verdaderamente que
es la calidad en salud?, ¿como podemos desempeñarnos en nuestros quehaceres aplicando
o haciendo calidad?. Para todas estas interrogantes es necesario empezar a conocer
y entender que es la calidad de la salud y su importancia.
La
calidad en salud nace y desarrolla en forma conjunta con el desarrollo industrial
y tecnológico, pero tenemos que tener presente que este desarrollo ha sido en
forma lenta y paulatina. Es por esta razón que comenzaremos a entender este tema,
teniendo en cuenta los conceptos básicos de lo que es la calidad total, la
promoción de la salud, cultura de la salud y su historia.
CAPITULO I
ANTROPOLOGIA DE LA
SALUD
1.1.
LA PROMOCION DE LA SALUD
La
Promoción de la Salud es una estrategia poderosa para el desarrollo de políticas
públicas saludables, de entornos y espacios saludables; fomenta la
participación comunitaria, el desarrollo de habilidades personales y reorienta
los servicios de salud.
La
Promoción de la Salud es uno de los Lineamientos principales de la política de
gobierno en su lucha contra la pobreza, cuyo objetivo es proporcionar a los
pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control
sobre la misma
La promoción de la salud en 1986 según la Carta
de Ottawa consiste en proporcionar a
la gente los medios necesarios para mejorar la salud y ejercer un mayor control
sobre la misma. En 1990 para la Organización Mundial de la Salud (OMS) es concebida, cada vez en mayor grado, como la suma de las
acciones de la población, los servicios de salud, las autoridades sanitarias y otros sectores sociales y productivos,
encaminados al desarrollo de mejores condiciones de salud individual y colectiva.
La promoción de la salud se
nutre de muchas disciplinas y crea una innovadora teoría y práctica de salud
pública que permite cumplir con metas y objetivos sociales, como conseguir
comunidades e individuos que actúen más saludablemente, alcanzando mayor
bienestar con equidad social y mejorando su calidad de vida.
Principios básicos para la promoción de la
salud según la OMS
- Implica a la población
en su conjunto y en el contexto de su vida diaria, en lugar de dirigirse a
grupos de población con riesgo de enfermedades específicas.
- Se centra en la acción
sobre las causas o determinantes de la salud para asegurar que el ambiente
que está más allá del control de los individuos sea favorable a la salud.
- Combina métodos o
planteamientos diversos pero complementarios, incluyendo comunicación,
educación, legislación, medidas fiscales, cambio organizativo y desarrollo
comunitario.
- Aspira a la
participación efectiva de la población, favoreciendo la autoayuda y
animando a las personas a encontrar su manera de promocionar la salud de
sus comunidades.
- Aunque la promoción de
la salud es básicamente una actividad del ámbito de la salud y del ámbito
social, y no un servicio médico, los profesionales sanitarios,
especialmente los de atención primaria, desempeñan un papel importante en
apoyar y facilitar la promoción de la salud.
Áreas de acción establecidas en la Carta de
Ottawa
- Construir políticas públicas saludables. La salud debe formar parte de los temas y de la
agenda política. Los sectores involucrados en la generación de políticas,
deben estar conscientes de las implicaciones a la salud de sus decisiones.
Para ello el activismo social es crucial.
- Crear ambientes que
favorezcan la salud. Los medios ambientes físicos y sociales influyen en
la salud. Pueden influir directamente -como cuando hay químicos nocivos en
el ambiente- o bien indirectamente, como cuando promueven ciertos hábitos
de alimentación. Un ejemplo es el concepto de ambiente
obesigénico.
- Reforzar la acción comunitaria. La participación activa de la comunidad se puede dar en la
definición de prioridades, de programas de acción, la toma de decisiones y
la ejecución de los programas de promoción. Sin esta acción comunitaria,
se puede caer en programas asistencialistas, que no son promoción de la
salud.
- Desarrollar habilidades
personales. Mediante el aprendizaje, el desarrollo de aptitudes y
conductas en la población, también se puede realizar promoción de la
salud. Estas actividades se pueden realizar a través de ciertos canales,
como las escuelas, los lugares de trabajo y la familia.
- Reorientar los servicios
de salud.
Existía o existe un énfasis en la atención médica curativa, la atención
secundaria y terciaria de la salud. Esto se puede ver en los presupuestos,
en la distribución del personal y en otros indicadores. Es necesario que
los servicios y los sistemas de salud se reorienten hacía atención
promotora de la salud y a la atención primaria.
1.2.
LA CULTURA DE LA SALUD
Durante
el pasado siglo XX, la Cultura con mayúscula, la abstracta y solitaria cultura,
ha estado sometida a una progresiva fragmentación, de la que han surgido, y
siguen surgiendo, una profusión de culturas con minúsculas, relacionadas con
los comportamientos de los seres humanos (cultura del trabajo, de la empresa,
del ocio, del deporte…), de los seres humanos entre sí en el seno de la
sociedad en la que viven y conviven (cultura del diálogo, del compromiso, del
consenso…), y de éstos con la naturaleza (cultura del agua, del vino, del
aceite… y, en el extremo opuesto de lo saludable, cultura de la marihuana y
cultura “narco”, entre otras muchas).
Entre
estas culturas relevantes, se encuentra la cultura de la salud, a cuya
definición y expansión se viene dedicando una especial atención en la salud
pública de Canadá, como culture de la santé1, en los Estados Unidos, como
health culture o culture of health (curiosamente desarrollada
ésta por las grandes corporaciones industriales y por instituciones sanitarias
del prestigio de la Mayo Clinic, preocupadas todas ellas por la relación entre
el estado de salud y el rendimiento de sus empleados), en Alemania, concretamente
en Baviera, como Kultur der Gesundheit, así como en la Universidad de
Caldas, en Colombia, y en México. En España la atención dedicada a la reflexión
sobre la cultura de la salud, y a su urgente prioridad en la clásica dialéctica
entre salud y enfermedad, ha sido, hasta ahora, escasa.
Desde
el punto de vista antropológico, la cultura de una sociedad concreta se
conforma como “el conjunto de estructuras sociales que caracterizan su modo de
vivir, entre las que se incluyen sus formas de relación personal, su sistema de
valores y su visión del mundo, así como la suma de los conocimientos elaborados
por esa sociedad a través de la experiencia adquirida”.
La
cultura se nos presenta así como un complejísimo artefacto, producto de la
continua y creciente actividad humana, que va llenando el mundo de objetos
culturales, y, simultáneamente, destruyéndolos. Entre estos objetos, el objeto
cultural por excelencia es el propio cuerpo humano, sujeto y objeto de la
creación cultural. Cada sociedad, cada pueblo, cada grupo humano, cada etnia,
construye su propia cultura, en la que se incluye la remodelación y la
destrucción incesante de su entorno natural.
Definidas
las dos palabras, cultura y salud, si trasladamos el concepto genérico de la
primera al ámbito de la segunda, estamos en condiciones de definir a la cultura
de la salud como “el conjunto de ideas, modos de vida, hábitos y
comportamientos del ser humano en relación con la salud de su propio cuerpo,
a la vez que como una serie de recomendaciones acerca del estilo de vida que
mejor puede contribuir a mantener la salud y el bienestar del cuerpo”. (Por
una cultura de la salud, El País, 13 de septiembre de 2008).
1.3.
MODELOS
TEÓRICOS DE LA PRACTICA MÉDICA
Al
inicio del siglo XXI, dos modelos teóricos de la práctica médica son los
dominantes en la cultura de la enfermedad, en mayor o menor grado según la
sociedad considerada, dos modelos que tienen una especial influencia en la
relación entre el paciente y el médico: el modelo biomédico y el modelo
biopsicosocial.
El
modelo biomédico, un modelo centrado en la enfermedad (“diseaseoriented–medicine”)
se ocupa prioritariamente de conseguir un diagnóstico certero de la
enfermedad para aplicar un tratamiento efectivo, utilizando métodos
científicos. En el modelo biomédico, la atención del médico se concentra en el
espacio corporal del individuo y, de modo especial, en aquellas áreas donde se
supone qua asienta la enfermedad (territorios de los especialistas) y no en el
paciente como persona que sufre las consecuencias de la enfermedad, en sus tres
dimensiones, física, mental y social.
El
modelo biopsicosocial, un modelo centrado en el paciente
(“patientcentered-medicine”) en el que el médico trata de penetrar, mediante
la
palabra, en el microscosmos del paciente como persona, para conoce mejor lo que
en él “va mal”. El concepto centrado en el paciente o
centrado en la persona (“person-centered-medicine”) se atribuye al psiquiatra
Michael Balint, a quien se atribuye la muy citada sentencia “el médico es el
fármaco”.
Lo
que distingue a la cultura de la salud de la cultura de la enfermedad es su preocupación
por el cuidado del cuerpo y por los otros problemas que afectan negativamente
al tr iple bienestar -físico, mental y social- y que no son precisamente la
enfermedad, pero que pueden condicionarla: vivienda y su inmediato entorno,
con o sin espacios verdes, estilo de vida, actividad física, dieta, entorno
social, comunidad y relaciones sociales, estrés laboral, nivel económico,
educación, maltrato en el hogar, seguridad en el trabajo, violencia, acoso
sexual, etc.
En
este sentido, la cultura de la salud se interesa y se implica en todas aquellas
acciones que procuran mejorar las condiciones biológicas, psíquicas y sociales
de una población o sociedad.
En
consecuencia, la cultura de la salud debe ser una construcción colectiva dirigida
hacia la comprensión de todo lo que se encierra tras el bienestar y el malestar
del cuerpo, una cultura que no se deriva, necesariamente, de que dicha sociedad
disponga de una amplia, bien dotada y accesible cobertura de asistencia
sanitaria, sino que, por el contrario, el buen uso de dicha asistencia, cuando
es universal, para que sea sostenible depende de que la sociedad haya asumido,
individual y colectivamente, la cultura de la salud.
¿Qué
diferencias existen entre la medicina personalizada, como praxis de la medicina
prospectiva, y la cultura de la salud?
En
mi opinión, la cultura de la salud supera en su planteamiento conceptual
y práctico el ámbito de la medicina personalizada, aunque la incluya como un elemento
clave para la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad, desde el
punto de vista individual o personal. La cultura de la salud, con un
fuerte compromiso social, se ocupa de aquellos hábitos y comportamientos de las
personas que tienen relación con el bienestar, físico, mental y social, de sus
cuerpos (la cultura de la salud es la cultura del cuerpo, en su triple
dimensión) y hace recomendaciones sobre el estilo de vida más adecuado para
mantenerlo.
En
el fondo, con la cultura de la salud se trata de evitar, mediante un
estilo de vida saludable, no sólo que nuestro cuerpo sea lo menos vulnerable
posible ante todos los agentes agresores del entorno, sino que al ineludible
deterioro biológico se le añadan los deterioros de enfermedades crónicas
provocados por hábitos nada saludables, que acorten la calidad y la esperanza
de vida.
He
aquí una evidencia científica de la importancia del estilo de vida en el
estado de salud: una investigación4 realizada conjuntamente por el Departamento
de Epidemiología del Instituto alemán de Nutrición humana, en Postdam
(Alemania), y el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades
(CDC), en Atlanta (Georgia, EE.UU.), ha demostrado que la simple adopción
de cuatro hábitos de vida saludable (no fumar; mantener un índice de la masa
corporal menor de 30; realizar, como mínimo, actividad física regular durante
3,5 horas a la semana; seguir una dieta de tipo mediterráneo) contribuye
significativamente a la prevención de las cuatro enfermedades crónicas (diabetes
tipo 2, infarto de miocardio, ictus y cáncer), cuyo desarrollo disminuye la
esperanza de vida y su calidad en la vejez.
1.4.
LA CULTURA DE LA SALUD, COMO PROYECTO EDUCATIVO dentro una sociedad
concreta, es un proceso en gran parte independiente de la asistencia sanitaria
disponible, que debe desarrollarse desde la salud pública, pero con
contribuciones privadas, y de manera independiente del sistema de asistencia
sanitaria, aunque en estrecha coordinación. Un proyecto que debe transmitirse
utilizando al máximo las modernas tecnologías de la comunicación, mediante
palabras claves y breves discursos en los que domine la capacidad de
persuasión, para que sean asumidas como retos personales, dentro de la
sociedad.
En
resumen, para que este cambio de mentalidad respecto a la salud y la
enfermedad sea posible en una sociedad concreta, es necesario que todas las
disciplinas en las que se dividen y subdividen los conocimientos humanos, y
todas las prácticas –sean oficios o profesiones- mediante las cuales se aplican
estos conocimientos, se integren en la cultura de la salud, en cuanto que todas
ellas pueden afectar, real o potencialmente, con beneficio o daño, al bienestar
físico, mental y social de los ciudadanos. En consecuencia, todos deben ser
convocados, individual y colectivamente al cuidado del cuerpo, para promover su
salud, evitar, en lo posible, la enfermedad, y vivir la vida de la manera más
saludable posible.
1.5.
ENFERMEDADES
La enfermedad es un proceso y
el estatus consecuente de afección de un ser vivo,
caracterizado por una alteración de su estado ontológico de salud. El
estado o proceso de enfermedad puede ser provocado por diversos factores, tanto
intrínsecos como extrínsecos al organismo enfermo: estos factores se denominan noxas (del griego nósos:
«enfermedad», «afección de la salud»).
La salud y la enfermedad son parte
integral de la vida, del proceso biológico y de las interacciones medioambientales y sociales. Generalmente, se entiende a la
enfermedad como una entidad opuesta a la salud, cuyo efecto negativo es
consecuencia de una alteración o desarmonización de un sistema a cualquier
nivel (molecular, corporal, mental, emocional, etc.) del estado fisiológico o
morfológico considerados como normales,
equilibrados o armónicos (cf. homeostasis).
Por definición, existe una sola
enfermedad, pero la caracterización e identificación de variados procesos y
estados diferentes de la salud, ha llevado a la discriminación de un universo
de entidades distintas (entidades nosológicas), muchas de ellas son entendidas
estrictamente como enfermedades, pero otras no (cf. síndrome, entidad clínica y trastorno). De esta
forma, las enfermedades y procesos sucedáneos y análogos, son
entendidas como categorías
determinadas por la mente humana.
1.6.
HISTORIA
Y ORIGENES
La
historia de la medicina se ha presentado siempre en forma triunfalista, y con
toda razón: desde la época prehistórica hasta la actualidad —claro está, con
lagunas, estancamientos y retrocesos—, la práctica médica ha ido mejorando en
eficacia, sustento científico, bases filosóficas y repercusión social. Su
evolución (como la biológica) ha sido lenta, con cambios pequeños acompañados
de progreso y ocasionales saltos bruscos que nada hacía esperar, verdaderas
revoluciones que desvían el curso del desarrollo y modifican de fondo el
conocimiento teórico y sus aplicaciones. Pero también, en la historia de la
medicina se abusa del enfoque historicista y se deleita con la presentación de
médicos o cirujanos notables, con escaso análisis de las ideas o la repercusión
de sus innovaciones.
Y
tampoco se preocupa por dar una idea de lo que es o era la medicina, sus
conceptos y su práctica, en el momento de la Historia que estudian, que es la
única razón para valorar una perspectiva, para estudiar (recordar) las ideas
del pasado.
En
un libro publicado en Francia hace ya casi veinte años, titulado “La Historia
Cultural de la Enfermedad”, Marcel Sendrail* intenta no subestimar las
hipótesis e interpretaciones de la enfermedad y sus remedios, tal como se han
tenido en civilizaciones antes del advenimiento del método bernardiano, la
fisiología y nuestra orgullosa calificación de científico a nuestro oficio. No
lo intenta, sino por lo contrario pretende demostrar que cada sociedad ha
tenido sus propios males, males “que ha asumido de una manera coherente a sus
creencias y a los ideales que le fueron propios”. Exagerando podría decirse que
Sendrail adjudica a cada cultura una patología característica de la misma
manera que se le pueden asignar instituciones o un estilo particular de arte.
Para
la antigüedad, la existencia de la lepra constituía no solamente una enfermedad
sino un “fatum”, un destino al cual era casi imposible substraerse. Durante la
Edad Media la enfermedad específica fue la peste, que materializaba una
concepción trágica de la existencia y ejemplificaba un castigo colectivo
enviado por Dios. La aparición y extensión de la sífilis en el siglo XVI es
significativa porque ocurre en un momento de crisis moral y espiritual: el
contagio venéreo era una consecuencia natural del modo de vivir de navegantes y
exploradores y también resultado del libertinaje en Europa.
En
el siglo XIX, en que se canta el amor romántico y se describe en forma
escandalizada la miseria social del inicio del maquinismo, la enfermedad
característica será la tuberculosis.
Y
en el siglo XX en que se logra la prolongación de la vida humana y se altera la
naturaleza, al grado de producir contaminantes en todo acto de la vida, la
enfermedad típica es el cáncer.
Durante
la época prehistórica el hombre conoció tan solo el mal; un mal anónimo,
indefinible, más una maldición que una enfermedad. Sin embargo, la paleo patología
nos ha enseñado que nuestros ancestros eran con gran frecuencia víctimas de
padecimientos ósteo articulares deformantes, seguramente muy dolorosos. Pero
entonces, e inclusive más tarde, en el inicio de la época histórica y por muchos
siglos después —podría decir que hasta la actualidad—, el hombre interpreta
la naturaleza valiéndose de un modelo de “mundo invisible”, poblado de
divinidades benéficas o maléficas... y utiliza el mito para concretar su
pensamiento. Cada enfermedad tendrá así su propio mito y su propio demonio.
En
el tercer milenio antes de Cristo las enfermedades comienzan a tener una imagen
distinta una de otra; de entonces datan los textos más antiguos que
reverenciamos y los esbozos de una farmacopea primitiva, de composición
puramente vegetal. Pero como la interpretación de la enfermedad continúa
atribuyéndola a una injerencia cruel y oculta de los dioses y demonios, a cada
padecimiento se le designa con el nombre de esas divinidades. Obviamente se ha
pecado de adulterio, de incesto, de impiedad, sacrilegio o de la mera transgresión
de algún tabú y, para aliviar el mal debe hacerse primeramente el diagnóstico,
buscando en el inconsciente el recuerdo de concupiscencias (como nos decían en
la primaria), o delitos de cualquier orden que permitieron alojarse dentro del
alma al demonio para luego, mediante exorcismos, encantamientos o inclusive
medicinas, deshacerse del molesto huésped.
Hipócrates
introdujo en el siglo V antes de Cristo, el concepto no nada más laico de la
enfermedad sino “historiado”, es decir, que sigue un curso temporal desde su
inicio hasta la crisis o lisis, y luego hasta el desenlace, feliz o fatal. Fue
el primero que describió lo que ahora llamamos la Historia Natural de la
Enfermedad y fundó la nosología en sus libros sobre las epidemias, las heridas,
las hemorroides o la epilepsia.
1.7.
ENFERMEDADES
EN EL CONTEXTO PERUANO
Para
conocer el origen de las enfermedades de los peruanos no solo hay que
remontarse a las raíces del hombre americano, hace miles de años, sino también
considerar las distintas oleadas migratorias llegadas a nuestro territorio,
desde que, luego del arribo de los conquistadores españoles, fueron el propio
ser humano el principal portador de las enfermedades que azotaron el Nuevo Mundo;
él, y los mosquitos que ingresaron en América como polizontes en las naves de
los primeros inmigrantes.
Cabe preguntarse, entonces, ¿cuáles fueron las
enfermedades de los primeros pobladores de América, específicamente de los
antiguos peruanos? ¿cuáles llegaron con los europeos y africanos a partir de la
Edad Moderna? ¿cuáles han afectado recientemente a los habitantes de nuestro
continente?
La Tuberculosis
La tuberculosis es una de las enfermedades más
contagiosas del planeta. Un tercio de la población mundial está infectada con
Mycobacterium tuberculosis, con una mayor concentración en los países del
Tercer Mundo, donde ocurre el 97% de los casos mortales.
Sin
embargo, poco se sabe del origen de esta enfermedad. Tanto en América como en
Europa se han encontrado restos humanos con tuberculosis ósea anteriores al
contacto entre ambos; pero no se ha llegado a esclarecer el origen ni el modo
de difusión de este mal.
Una
de las teorías más aceptadas sostiene que la tuberculosis llegó del continente
asiático con los primero humanos que pasaron a América. Hay, sin embargo, una
tendencia histórica a negar la existencia de la tuberculosis precolombina.
Desde esta perspectiva, algunos casos de enfermedad de Pott-un tipo de
tuberculosis que corroe el cuerpo vertebral hasta romperlo (produciendo ua giba
o joroba), resultado postrero de una tuberculosis pulmonar- diagnosticada en
momias americanas por diferentes estudiosos, se han considerado el resultado de
una contaminación póstuma con bacilos no patógenos provenientes del suelo, con
características similares al bacilo de Koch, lo cual había conducido a un
diagnóstico equivocado.
Pero creemos que existe evidencia que demuestre lo contrario. Se trata de la momia (Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia de Lima) de un hombre de mediana edad de la cultura Paracas. Esta momia (del año 900 a.C. aprox.) presentaba un buen estado de conservación y una ligera giba en el dorso. Análisis posteriores (anatómico-radiológico, bacteriológico, molecular y paleoepidemiológico), siguiendo una autopsia no destructiva, revelaron la existencia de tuberculosis pleuropulmonar y espinal. Se llegó así a la conclusión de que la momia en cuestión presentaba una tuberculosis multisistémica que comprometía pulmones, pleura, huesos y posiblemente el sistema neural.
En las últimas décadas, diversos investigadores han practicado autopsias alrededor de mil momias de la costa de Chile y Perú. Entre ellas encontraron cinco casos claros de la enfermedad de Pott. Este dato es importante, pues esos mil casos se pueden considerar como una muestra representativa de la población precolombina. Se fechó la mayoría de esos restos humanos entre los años 200 y 1400 a. C.
La tecnología moderna permitió determinar la secuencia del ADN del bacilo de Koch en la momia Paracas antes descrita, demostración científica de la presencia de la tuberculosis en las sociedades precolombinas. De acuerdo con la epidemiología, por cada mal de Pott en una comunidad, debe haber 200 mil casos de tuberculosis común y corriente.
La teoría que sostiene la existencia de la tuberculosis
en el antiguo Perú se entiende mejor si se considera que los valles costeños en
cuestión tenían una concentración humana razonablemente alta desde el
Intermedio Temprano, cuando las personas empezaron a asentarse en la región. La
concentración de casos de enfermedad de Pott alrededor del año 900 a. C. puede
haberse producido justamente a causa del cambio de forma de vida de los antiguos
pobladores, al volverse sedentarios.
Es posible, por otro lado,
que una cepa distante de M. tuberculosis de la América precolombina haya jugado
un papel muy impotante-como causante- en la epidemia que se inició en Europa
hace 400 años. Esto porque la alta tasa de mortalidad por tuberculosis en el
Viejo Continente, durante el siglo XVII, se asemeja más a la causada por el
impacto de una nueva enfermedad que al efecto de la urbanización.
La Bartonellosis
En la región andina (el
Perú, Ecuador y el sur de Colombia) hay una enfermedad que no existe en ninguna
otra parte del mundo: la bartonellosis. Los aspectos epidemiológicos, clínicos
y terapéuticos de este mal, que tomo distintos nombres en el transcursos de los
últimos cien años (enfermedad de Carrión, fiebre de la Oroya, verruga peruana y
otros), han sido motivo de arduos estudios. Sin embargo aún encierra varios
misterios.
El área geográfica de la enfermedad es
muy precisa, porque el mosquito que la propaga (Lutzomyia) tiene un hábitat
bien definido. Es endémica de los valles interandinos, entre los 1,000 y 3,200
metros de altitud, entre los 2° de latitud norte y los 13° de latitud sur. En
el norte de nuestro país, por ejemplo, se ha detectado hasta en el departamento
de Cajamarca, en la provincia de San Ignacio; y en el sur, hasta San Juan, en
Huancavelica, y en el valle de La Convención, en el Cusco. El área total en la
que se ubica es de 144.496 kilómetros cuadrados. Hace pocos años se creía que
solo llegaba hasta el norte de las serranías de Chincha, pero se han encontrado
casos en valles de la selva alta (Cajamarca, Cusco y Amazonas).
Durante
mucho tiempo se creyó que la llamada enfermedad de Carrión estaba controlada;
pero la bartonellosis andina-tal es su nombre más preciso- sigue siendo un
problema en varios departamentos del Perú y continúa causando muertes. En la
década de 1940, esta enfermedad alcanzó la tasa de incidencia más alta de su
historia nacional: 14 por 100 mil habitantes, para luego descender hasta 0,3
por 100 mil habitantes hacia 1970. Brotes epidémicos se dieron de 1975 a 1979,
así como en 1992. Áncash, Lima, Cajamarca son los departamentos con mayor
incidencia.
De
la bartonellosis andina se sabe que es una enfermedad transmitida a los humanos
por la picadura de la hembra del mosquito llamado titira (en quechua):
Lutzomyia verrucarum, aunque también se han visto implicadas en algunas zonas,
otras Lutzomyias. Sin embargo, aún no se ha descubierto el reservorio de esta
enfermedad: hasta ahora, el ser humano es el único conocido. Se conoce también
la bacteria que la causa, la Bartonella baciliformis, bautizada con este nombre
en honor de Alberto Barton, bacteriólogo que en 1950 descubrió este agente en
los glóbulos rojos de los enfermos que llegaban a Lima con la "fiebre de
la Oroya", asi llamada porque, en un determinado momento, el mayor número
de afectados se contó entre los trabajadores que construían el ferrocarril que
debía pasar por esa localidad.
La enfermedad se inicia con la succión de sangre por
parte del mosquito. Las bartonellas entran en el torrente sanguíneo, atacan los
glóbulos rojos y los parasitan. Al advertir que los glóbulos están siendo
atacados, el sistema de defensa los destruye; pero las bacterias no resultan
aniquiladas. Tal parece que son captadas, y comienzan a vivir y a crecer dentro
de las propias células del sistema de defensa. Mientras tanto millones de
glóbulos rojos son captados y destruidos, lo cual explicaría la baja de las
defensas inmunitarias, ya que las células encargadas de esta tarea están
invadidas por las bartonellas. El sistema de defensa decae, el enfermo entra en
una etapa en la que se asemeja a un afectado por el sida, y su muerte se
produce por enfermedades intercurrentes.
La primera etapa de la bartonellosis andina se
caracteriza por una de las formas más graves de anemia, la anemia hemolítica
severa, que puede llegar a ser mortal, sobre todo en personas sin exposiciones
previas a la enfermedad.
Después de esta fase
aparecen en la piel, misteriosamente, unos glóbulos rojizos llenos de sangre
(las "verrugas" nombradas por los primeros españoles que llegaron a
los Andes). El análisis demuestra que estas verrugas son células de los vasos sanguíneos
que han proliferado, casi como si fueran tumorales; y dentro de ellas se
encuentran, a veces, las bartonellas. Lo interesante es que estas verrugas se
caen solas y el enfermo se cura repentinamente.
CONCLUSIONES
1.
La Promoción de
la Salud es una estrategia poderosa para el desarrollo de políticas
públicas saludables, de entornos y espacios saludables; fomenta la
participación comunitaria, el desarrollo de habilidades personales y reorienta
los servicios de salud.
2.
La Promoción de la Salud es uno de los
Lineamientos principales de la política de gobierno en su lucha contra la
pobreza, cuyo objetivo es proporcionar a los pueblos los medios necesarios para
mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma
3. La
cultura se nos presenta como un complejísimo artefacto, producto de la continua
y creciente actividad humana, que va llenando el mundo de objetos culturales,
y, simultáneamente, destruyéndolos.
4. El modelo
biomédico, un modelo centrado en la enfermedad se ocupa prioritariamente de
conseguir un diagnóstico certero de la enfermedad para aplicar un
tratamiento efectivo, utilizando métodos científicos.
5. El modelo
biopsicosocial, un modelo centrado en el paciente en el que el médico
trata de penetrar, mediante la palabra, en el microscosmos del paciente como
persona, para conocer mejor lo que en él “va mal”.
BIBLIOGRAFÍA
1.
Helman CG. Culture, Health and Illness. An
Introduction for Health Professionals. 3ª ed. Londres: Butterworth Heinemann,
1994.
2.
Kenny M, de Miguel JM. Eds. La Antropología
Médica en España, Barcelona: Anagrama, 1980.
3.
Antropología de la Medicina. Una década de
Jano I (1985-1995). Zaragoza: Asociación Española de Trabajo Social y Salud,
1998.