ANALISIS Y RESUMEN obra LA AGONÍA DE RASU-ÑITI de José María Arguedas
Este cuento nos
ofrece el desarrollo de un rito religioso donde el danzante de tijeras
“Rasu-ñiti” será el hilo conductor de la obra.
Cuando dansak “Rasu-ñiti”, quien se encuentra al borde de la
muerte, anuncia que está preparado para realizar la danza de las tijeras y
comienza a vestirse con los atuendos luminosos de danzante;tenemos la impresión de estar
asistiendo a una misa religiosa en la cual, el cura viste los ornamentos
sagrados. Luego llegan Lurucha, el arpista; Don pascual, el violinista y la gente
del pueblo para acompañarlo.
La parte central es la danza que realiza el moribundu “Rasu-ñiti”,así
como su toque magistral ante cada nuevo paso de baile que los músicos le
ofrecen. El rito culmina con la muerte del bailarín y la iniciación de su
discípulo y sucesor “AtokSayku”; que comienza a realizar su sacerdocio ante el
cadáver del dansak. Los fieles de este
rito religioso creen ver en los restos inertes del fallecido “Rasu-ñiti”, el espíritu
del poderoso wamani.
DATOS DE LA OBRA
AUTOR:JOSÉ MARÍA
ARGUEDAS.
GÉNERO LITERARIO:
Narrativo.
ESPECIE LITERARIA:
Cuento.
FORMA DE COMPOSICIÓN:
Prosa.
ESCUELA LITERARIA:Neoindigenismo.
ÉPOCA CONTEMPORÁNEA:
(S XX).
Personaje Principal
Dansak
“Rasu-Ñiti”. (Dansak:bailarín; Rasu-ñiti, que aplasta nieve). Es el bailarín de
tijeras.
Personajes
Secundarios
Ø
“Atoksayku”; discípulo del bailarín
“Rasu-ñiti”.
Ø
Lurucha; Músico que toca el arpa
para que baile Rasu-ñiti.
Ø
Wamani; Dios de la montaña que se presenta
en forma de cóndor.
Ø
La mujer de Rasu-ñiti.
Ø
las hijas de Rasu-ñiti.
Ø
Don Pascual.
Ø La gente del pueblo.
TEMA PRINCIPAL.
Es
la agonía, que finaliza con el triunfo pasando por la muerte.
RESUMEN
“La agonía de Rasu Ñiti" es una escena de ballet, con la
danza del bailarín de tijeras (Dansak: bailarín): “Rasu Ñiti", que aplasta la
nieve, con el cuadro mágico de los concurrentes a este baile final, donde el
oficiante, el dansak “Rasu Ñiti”, esta envuelto en las ricas vestimentas que lo
particularizan: el tapavala, adornado con hilos de oro; la montera, sobre
cuyas inmensas faldas, entre cintas labradas brillan espejos en formas de
estrellas; sombrero, del cual caía una rama de cintas de varios colores;
pantalones de terciopelo y zapatillas.
La música que acompaña al dansak “Rasu Ñiti” se siente en
variadas tonalidades, y es interpretada por “Lurucha”, el arpista, y por don
Pascual, el violinista. “Rasu Ñiti” estaba tendido en el suelo de su
habitación, sobre una cama de pellejos.
Por la única ventana, cerca del mojinete entraba la luz del
sol que daba sobre un cuero de vaca que colgaba de unos de los maderos del
techo y, la sombra producida, caía a un lado de la cama del bailarín.
A pesar del oscuro del ambiente, era posible distinguir las
ollas, los sacos de papas, los copos de lana, y aun los cuyes cuando salían
algo espantados de sus huecos y exploraban en el silencio.
Cuando sintió que era ya el momento, se levantó y pudo llegar
hasta la petaca de cuero en que guardaba su traje de dansak y sus tijeras de
acero. Se puso el guante en la mano derecha y empezó a tocar las tijeras.
La mujer del bailarín y sus dos hijas que desgranaban maíz en
el corredor, corrieron a la puerta de la habitación cuando oyeron las tijeras
que sonaban mas vivamente. Encontraron a “Rasu Ñiti” que se estaba poniendo la
chaqueta adornada de espejos.
El bailarín pidió a su mujer que llamaran al “Larucha” y a
don Pascual, porque ya el corazón le había avisado que había llegado el momento
en que el tenia que recibir al Wamani (Dios de la montaña que se presenta en figura
de cóndor).
“Rasu Ñiti” sentía que el Wamani le estaba hablando
directamente al pecho; pero su mujer no podía oírlo. La mujer se inclinó ante
el dansak y le abrazó los pies. Estaba ya vestido con todas sus insignias, un pañuelo
blanco le cubría parte de la frente.
La seda azul de su chaqueta, los espejos, la tela roja de los
pantalones ardía bajo el angosto rayo del sol que fulguraba en la sombra del
tugurio que era la casa del indio Huancayre, el gran dansak “Rasu Ñiti”, cuya
presencia se esperaba, casi se temía y era luz de la fiestas de centenares de
pueblos.
Cuando el bailarín interrogó a su mujer sobre si veía al
Wamani sobre su cabeza, esta le contestó que si, que era de color gris y que la
mancha blanca de su espalda estaba ardiendo.
El tumulto de la gente que venia a la casa del bailarín se
oía ya muy cerca. Cuando las hijas del danzarín, que habían ido a llamar al
“Lurucha” y a don Pascual, regresaron, Pedro Huancayre el gran dansak “Rasu
Ñiti”, ya tenia el pañuelo rojo en la mano izquierda.
Su rostro enmarcado por el pañuelo blanco, casi salido del
cuerpo, resaltaba por que todo el traje de color y luces, y la gran montera lo
rodeaban, se diluían para alumbrarlo, su rostro cetrino casi no tenia
expresión.
Solo sus ojos aparecían hundidos como en un mundo, entre los
colores del traje y la rigidez de los músculos. “Rasu Ñiti” empezó a tocar las
tijeras. Cuando llegó Lurucha, el arpista del dansak, tocando, ya la fina luz
del acero era profunda; le seguía don Pascual, el violinista.
El Lurucha, que comandaba siempre el dúo, hacia estallar con
su uña de acero las cuerdas de alambre y las de tripa.
Tras de los músicos marchaba un joven: “Atok Sayku”, el
discípulo de “Rasu Ñiti”. También se había vestido; pero no tocaba las tijeras.
“Rasu Ñiti” vivía en un caserío no más de veinte familias.
Los pueblos grandes estaban a pocas leguas. Tras de los músicos venia un
pequeño grupo de gente. Cuando “Rasu Ñiti” sintió que ya el final se acercaba,
pidió al arpista que tocara.