RESUMEN DE LA OBRA CIEN AÑOS DE SOLEDAD
Dos familias, la de los Buendía y
los Iguarán, han acabado por dar luz a un muchacho con cola de iguana a fuerza
de casarse entre sí. Úrsula Iguarán, recién casada con José Arcadio Buendía, se
niega a que el matrimonio se consume por temor a que también les nazca un hijo
con cola. Ello da pie a que Prudencio Aguilar eche en cara José Arcadio su poco
valor. José Arcadio acaba matándole por su provocación, pero el muerto se le
aparece constantemente.
Huyendo del fantasma del muerto,
y al frente de un grupo de compañeros, José Arcadio llega a una aldea de apenas
"veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río"
y se queda a vivir en ella. Esta aldea se llama Macondo, mítico escenario de
ésta y otras obras del autor. El único contacto que sus habitantes tienen con
el exterior lo constituyen las periódicas visitas de unos gitanos capitaneados
por un tal Melquíades, que, además de conocer el sánscrito, introducen en
Macondo el hielo y el imán.
El libro se inicia, precisamente
cuando Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía, hijo de José Arcadio, recuerda aquella tarde remota en que
su padre lo llevó a conocer el hielo. Así comienza el libro, pero no la
historia, que abarca, en realidad, cuatrocientos años y nos informa acerca de
innumerables antepasados de José Arcadio y de su esposa Úrsula, revelando en su
construcción, como gran parte de la narrativa hispanoamericana del momento, la
influencia de Faulkner: su acción no avanza de manera cronológica, sino a
brincos, por flashes que nos permiten conocer fragmentos de ella y sólo luego,
al final, proporcionamos una visión global.
El suceso más antiguo relatado en
la obra ocurre en 1573, en una casa de Riohacha asaltada por Francis Drake.
Después del asalto del inglés, una antepasada de Úrsula, casada con un aragonés
trasplantado a Colombia, se asusta tanto que comienza a sufrir pesadillas
protagonizadas por el pirata penetrando con sus perros por las ventanas del
dormitorio. Para ahuyentar las pesadillas, el matrimonio se traslade a una
ranchería del interior, donde conocen a los Buendía, unos criollos cultivadores
de tabaco.
Un tataranieto del criollo se
casa con una tataranieta del aragonés, y a partir de entonces las familias no
dejarán de mezclar su sangre a lo largo de los tres siglos siguientes, hasta
llegar a los ya citados José Arcadio y Úrsula, que tienen tres hijos: José
Arcadio, Aureliano y Amaranta. El viejo José Arcadio muere loco de tanto
estudiar, atado a un árbol del patio, y tras su muerte cae lluvia de flores. No
es éste el único momento mágico de la novela.
José Arcadio hijo se casa con
Rebeca, una prima lejana, por lo que su madre, encolerizada por que teme que
puedan tener hijos con cola de iguana, la echa de casa. Cuando José Arcadio
aparece muerto, Rebeca se encierra en la casa donde vivirá con Arcadio, un hijo
bastardo que José Arcadio ha tenido con Pilar Ternera, una mujer del pueblo que
también le ha dado un hijo (José Aureliano) a su hermano Aureliano.
Antes de morir fusilado por
liberal, este Arcadio tendrá tres hijos con Santa Sofía de la Piedad: Remedios,
José Arcadio Segundo y su gemelo Aureliano Segundo. A Remedios, que es muy
bonita pero no brilla por su inteligencia, le pasa lo mismo que a su tía abuela
Amaranta: los hombres que a ella le gustan no la quieren, y los que la quieren
no le gustan. Cuando muere, después de habérsele muerto todos los novios, sube
al cielo.
Respecto a Aureliano, se casó con
una hermosa niña llamada también Remedios, la cual muere de un mal embarazo
antes de cumplir un año. Aureliano organiza un ejército del que se nombra
coronel y se marcha a luchar contra los conservadores. En el transcurso de
veinte años participará en treinta y dos guerras civiles, que perderá
indefectiblemente debido a la tristeza que le embarga, por lo que al final,
cansado, firma la paz y regresa a Macondo, donde pasa el tiempo confeccionando
pescaditos de oro, lo mismo que hacía antes de casarse, que luego deshace como
Penélope hacía con su tela. Ello no le impide tener diecisiete hijos, uno de
los cuales, llamado también Aureliano, será quien lleve el tren a Macondo.
Aureliano Segundo se enamora de
Fernanda, una mujer muy hermosa, reina de Madagascar, emparentada con los
Duques de Alba, que aparece en Macondo durante el carnaval. A pesar de que
ignora donde vive, Aureliano Segundo sale en su busca, la encuentra, se casan y
viven felices en la casa de Úrsula, a pesar de que el matrimonio corre peligro
de naufragar porque Aureliano mantiene relaciones extraconyugales con Petra
Cocer; pero como ésta les abastece de ganado, Fernanda acepta el hecho sin
pestañear. El matrimonio tiene tres hijos: Meme, José Arcadio Tercero (al que
la vieja Ursula manda a estudiar a Roma para que llegue a ser Papa), y Amaranta
Úrsula.
José Arcadio Segundo es nombrado
capataz de una compañía platanera dirigida por extranjeros, e interviene en una
huelga con tres mil compañeros que morirán ametrallados en la plaza de la
estación de Macondo. Único superviviente de la matanza, hasta la muerte de su
hermano gemelo vivirá encerrado en una habitación donde se encuentran varias
docenas de bacinillas.
Comienza a llover, una lluvia que
ha de durar cuatro años, y cuando deja de hacerlo el ganado proporcionado por
Petra ha muerto y la casa se ha reblandecido. Lo poco que aún queda de ella lo
derriba Aureliano Segundo buscando la hipotética fortuna de la vieja Úrsula.
Los únicos a quienes el temporal no ha afectado son Aureliano Babilonia,
bastardo de Meme, y Amaranta Úrsula, la hija menor de Fernanda. Al poco tiempo,
muere Amaranta, que ha hecho un pacto con la muerte durante un concierto de
Meme; después muere Rebeca y después Arcadio Segundo. El mismo día, su madre,
tal como le había prometido, degüella a su gemelo, para evitar que le entierren
vivo.
En la casa sólo quedan Aureliano
Babilonia, el bastardo de Meme, al que Fernanda, avergonzada, ha ocultado, y
Fernanda, que pasa el tiempo escribiendo a sus hijos todas las fantasías que se
le ocurren. Sintiendo próxima la muerte, se viste de reina y muere con toda
dignidad, tras haber escrito unas memorias que lega al estudiante de papa, que
vuelve meses después a Macondo sin haber aprobado los estudios. Éste encuentra
la fortuna de Úrsula y la gasta con un grupo de chiquillos, pero un día se
enfada, los azota y los echa de la casa. Después de una supuesta
reconciliación, los chiquillos lo ahogan en la bañera durante una de sus
fiestas.
Aureliano Babilonia, que lee
cuanto cae en sus manos, queda solo en la casa con Amaranta Úrsula, abandonada
por su marido, un belga que sueña con el correo aéreo y que, aunque va a todos
lados atado por un hilo de seda a la muñeca de su mujer, la deja para ir en
busca de un avión perdido. Al quedar solos, Aureliano Babilonia y Amaranta
Úrsula, que ignoran su parentesco, se enamoran y tienen un hijo, que nace con
la consabida cola. Amaranta muere de una hemorragia y Aureliano se emborracha y
es recogido en la calle por una antigua amante.
Cuando regresa por la mañana a su
casa, las hormigas se han comido al niño. Al final, un ciclón se lleva la casa
por los aires, mientras Aureliano lee en unos pergaminos del gitano Melquíades
la historia de la familia y la profecía de que no durará más que el tiempo de
su lectura: "antes de llegar al verso final ya había comprendido que no
saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos
(o espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los
hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los
pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre,
porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda
oportunidad sobre la tierra".
Macondo quiere ser sin duda un
espejo de la realidad de cuanto ocurre no solamente en Colombia, sino en toda
Sudamérica, que ha vivido en su soledad, aislada del resto del mundo, con el
que sólo ha mantenido esporádicos contactos (los gitanos de Melquíades, que la
conquistan a base de maravillas perfectamente comparables con los abalorios y
chucherías de que siempre se sirvieron misioneros y conquistadores), pero todo
esto tendría escaso valor si no contara con su extraordinaria fabulación, con
toda esa magia que se confunde de continuo con la realidad, dando lugar a un
mundo mítico creado mediante un lenguaje de gran fuerza expresiva.