Resumen MALDITA MATEMÁTICA

AUTOR: Carlo Frabetti

CAPITULO I
LAS MATEMÁTICAS NO SIRVEN PARA NADA

—¡Malditas matemáticas! ¡Las matemáticas no sirven para nada! Decía Alicia.
Al instante salió un curioso personaje.—¿He oído bien, jovencita? ¿Acabas de decir que las matemáticas no sirven para nada? 
—Pues sí, eso he dicho. ¿Y tú quién eres?. El hombrecito le explicó que era un matemático y también un poeta.
Le preguntó su edad y ella dijo 11. El le dijo si utilizas el 11 para tu edad eres parte de la matemática.

CAPITULO II
EL CUENTO DE LA CUENTA

El hombrecito le empezó a contar la siguiente historia:
—Había una vez, un pastor que tenía una oveja. Como sólo era una, no necesitaba contarla. Al cabo de un tiempo, el pastor consiguió otra oveja. El conteo se complicó un poco.
—Ya sé cómo sigue la historia —lo interrumpió Alicia—. Luego el pastor tuvo tres ovejas, luego cuatro..., y si seguimos contando más ovejas me quedaré dormida.
Así es le explicó; es como surgió el sistema de numeración decimal posicional y la importancia en la vida diaria. A simple vista parecía tan fácil para Alicia, pero este conocimiento constituye un gran avance en la historia de la matemática en sus orígenes.

CAPITULO III
EL AGUJERO DE GUSANO

Alicia le pidió que le cuente otro cuento.
—Puedo hacer algo mejor que contarte otro cuento: te invito a dar un paseo por el País de los Números.
—¿Está muy lejos?
—Aquí mismo. Sígueme.
La condujo a un agujero horadado del espacio-tiempo igual que los túneles que excavan las lombrices que horadan la tierra. El matemático saltó al agujero y Alicia por curiosidad y nada de miedo lo siguió sin querer.

CAPITULO IV
EL PAÍS DE LOS NÚMEROS

El pasadizo llevaba al más hermoso jardín que Alicia jamás había visto. Rodeada de flores y frescas fuentes, sintió una gran alegría que casi lloró de algarabía.
—¡Yo conozco este sitio! —exclamó —. ¡Es el País de las Maravillas de Alicia!
—No exactamente, pero se le parece bastante—dijo el hombre a su lado—, del mismo modo que tú no eres la misma Alicia, pero te pareces mucho a ella.
Entraron en el país de los números. Allí se encontraron con la reina de corazones que era muy déspota y la quiso convertir en su sirvienta, a lo que Alicia no aceptó.
Aquí el autor le explica como surgen los números pares 2n, los impares 2n+1 y que los números primos no siguen reglas.

CAPITULO V
LA CRIBA DE ERATÓSTENES

Aquí el autor le explica a la niña como formar la Criba eliminando números, empieza por todos los números pares menos el 2. Luego marcan el 3 y eliminaron todos los múltiplos de 3. El 4 ya está eliminado, pasaron al 5 y eliminaron todos los múltiplos de 5. Obviamos el 6 por que ya está eliminado y también sus múltiplos. Pasamos al 7 lo tachamos y eliminamos todos sus múltiplos. Y así tacharon dentro de los cien primeros números y encontraron los primos(son los que no quedan marcados).

CAPITULO VI
EL LABERINTO

Vieron un conejo introducirse en un laberinto —¡Vamos tras él! —exclamó Alicia sin saber muy bien por qué, y corrió hacia la estrecha hendidura vertical que daba acceso al laberinto, por la que el Conejo Blanco acababa de desaparecer. Charlie la siguió sonriendo enigmáticamente. El escritor le explicó que hay una rama poco conocida y muy interesante de las matemáticas, llamada topología, que estudia las propiedades generales de todo tipo de figuras, sin dar importancia al tamaño o a la forma de esas figuras, sino sólo a la manera en que se conectan entre sí sus diversas partes.

CAPITULO VII
EL MONSTRUO DEL LABERINTO

Durante un buen rato dieron vueltas por laberinto.
De pronto se oyó un horrísono mugido-rugido que hizo que la niña se detuviera en seco.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó alarmada.—El horrísono mugido-rugido del monstruo del laberinto, supongo —contestó Charlie.
—¿Cómo es ese monstruo? —preguntó Alicia.
Era un minotauro. El laberitno pertenecía a este ser y junto a él vivía una minovaca.
Con esta última tuvo un encuentro y la niña se portó como siempre desafiante y poco sumisa. La minovaca se enojó y para levantar el castigo que le iba imponer le dijo, te haré una prueba de ignorancia y si la superas te dejaré marchar.
—No sé nada de mates, ni ganas —dijo Alicia desafiante, aunque sin salir de detrás de Charlie.
—Bien, hoy me siento generosa. Te haré una prueba de ignorancia, y si la superas te dejaré marchar.
—No se puede hacer una prueba de ignorancia—objetó la niña.
—Pues yo sé muy bien lo que no sé —aseguró Alicia con aplomo.
—Vammmos a verlo. Dice tu amigo que no te sabes la tabla de muuultiplicar.
—Entera, no. Ni me la pienso aprender. Primero te dicen que las mates son cosa de razonar y no de empollar, y luego pretenden que te aprendas de memoria un montón de multiplicaciones.
La minovaca le enseñó a multiplicar.

CAPITULO VIII
EL DESIERTO DE TRIGO

Mientras seguían avanzando por el intrincado laberinto, Alicia le preguntó a Charlie:
—¿Por qué el Cero le tenía tanto miedo a la Minovaca? En el fondo, es inofensiva.
—Para nosotros, tal vez; pero ten en cuenta que los naipes son de cartulina y que las vacas comen papel, pues está hecho de celulosa, igual que la hierba.
Al cabo de un rato, la niña se dio cuenta de que el suelo del laberinto empezaba a cubrirse de una fina gravilla.
—¡Es trigo! ¡El suelo está alfombrado de granos de trigo! salieron a una inmensa y ondulada extensión amarillenta, un deslumbrante desierto que parecía no tener fin. Sólo que no era un desierto de arena, sino de trigo. Aquí le enseñó a la niña a contar y sumar grandes cantidades.
—¡Ya lo veo! Cada número es la suma de todos los anteriores más uno.

CAPITULO IX
UN BOSQUE DE NÚMEROS

Sentados sobre la alfombra con las piernas cruzadas, Alicia y Charlie se deslizaban por la suave pendiente. Poco después llegaron a un extraño bosque cuyos árboles, sin hojas y con las ramas hacia arriba, más bien parecían caprichosos candelabros de distintas alturas y número de brazos.
Algunos no medían más de dos metros, y otros eran altísimos, con varios niveles de brazos que se ramificaban de manera curiosamente homogénea.
Con las ramas de los árboles le explicó nuevamente el origen de sistema decimal y de los números primos. Luego sin proponérselo, había descubierto la fórmula que expresa la suma de los miembros de una progresión aritmética.

CAPITULO X
EL TÉ DE LOS CINCO

El Sombrerero Loco y sus amigos están tomando el té de las cinco —comentó Charlie—. Lo cual no tiene nada de extraño, pues lo toman a todas horas. Y, efectivamente, siguieron avanzando por la diagonal del bosque de números y poco tiempo después vieron al Sombrerero y la Liebre de Marzo tomando el té en una mesa dispuesta bajo un árbol. Entre ellos, el Lirón dormía profundamente.
El Sombrerero se sacó una brocha de un bolsillo, la mojó en un tarro de melaza y trazó sobre el blanco mantel las tres cifras a gran tamaño; luego, con un lápiz diminuto, escribió «centenas», «decenas» y «unidades» debajo de las cifras correspondientes. Aquí le explicaron el origen de las décimas, centésimas y milésimas.

CAPITULO XI
LA SONRISA ENIGMÁTICA

Se refiere a la sonrisa enigmática que apareció flotando en el aire, a un par de metros por encima de la mesa.
—¡Qué cosa tan rara! —exclamó Alicia—. He visto muchas caras sin sonrisa, pero es la primera vez que veo una sonrisa sin cara.
Efectivamente, y eso era lo más enigmático, la sonrisa estaba sola: una boca de aguzados dientes
sin nada detrás ni alrededor.
—No es tan raro ver sonrisas sin cara —replicó la boca flotante—. ¿Nunca has estado en un túnel lleno de negros alegres? Sólo se ven las sonrisas.
En este apartado le explicó sobre la unidades de masa, peso, volumen, el kilo, el litro.

CAPITULO XII
EL CUADRADO MÁGICO

Alicia y Charlie continuaron adentrándose en el bosque, siguiendo siempre la diagonal del gran cuadrado de números arborescentes.
Bajo el 651 (de cuyo tronco salían tres ramas, cada una de las cuales se dividía en siete, que a su vez se subdividían en treinta y una), vieron una gran tortuga con un extraño dibujo en el caparazón.
Pero al darse cuenta de que alguien se acercaba, el quelonio se escabulló con una rapidez impropia de los de su especie.
Divisaron una tortuga con los signos de su caparazón que representan los números del 1 al 9 mediante puntos blancos y negros, y componen un cuadrado mágico.

CAPITULO XIII
EL MATEMAGO

Cuando Alicia estuvo a su lado, le mostró la página que estaba leyendo, donde había una tabla cuadriculada llena de números. Una pequeña tabla adivinatoria.
— ¿Eres un mago?
—Un matemago: practico las artes matemágicas. Piensa un número del 1 al 15 y dime en cuáles de estas cuatro columnas está.
—Es el número 9 —afirmó inmediatamente el matemago.
—Estupendo, me encantan los trucos. Aunque, más que una columna, aquello parecía una escalera.
Alicia pensó que el matemago estaba un poco chiflado.
—Sigue —la animó el matemago. Para dividir potencias de un mismo número, simplemente se restan los exponentes. Cualquier número dividido por sí mismo es igual a 1.
—Sí, pero hazlo restando los exponentes, como acabamos de ver. Así que todo número elevado a la potencia 0 es igual a 1.
—Qué curioso —comentó Alicia.
—Muy astuto —reconoció Alicia—.

CAPITULO XIV
LOS CONEJOS DE FIBONACCI

— ¡Un conejito! —exclamó Alicia.
— ¡Quiero verla! —pidió Alicia.
El matemago dio otra palmada. La cría creció y junto a su madre apareció otra conejita. Dio otra palmada y sucedió lo que la niña había previsto: por el suelo correteaban tres conejas adultas y dos crías. Otra palmada más: cinco adultas y tres crías. Y otra: ocho adultas y cinco crías...
—Pues sí, la serie crece bastante deprisa.
—Como ves —señaló el matemago—, cada número es la suma de los dos anteriores:
2=1 + 1, 3=1+2, 5 = 2 + 3, 8 = 3 + 5, 13 = 5 + 8...Si en vez de empezar con dos unos, partimos de otra pareja de números, obtenemos una serie distinta. Elige dos números de una cifra y escríbelos uno encima de otro.
Así le explicó una serie de Fibonacci.
Piensa un número de tres cifras —dijo el anciano dándole la espalda.
—Ya está. La niña susurró «236»; un hilillo de humo rojo salió de su boca y formó en el aire el número con un trazo muy fino. — ¿Y ahora?—Repite el mismo número.
Alicia volvió a susurrar «236», y las tres cifras se juntaron a las anteriores para formar el número 236.236.
—Ya está.
—Ahora divide por 7 ese número de seis cifras.
—El número que habías pensado —concluyó el matemago volviéndose.
—Se queda igual —concluyó Alicia. Un truco muy sencillo, pero de gran efecto.
— ¡Eres Charlie! —exclamó. 

EPÍLOGO

— ¡Despierta!

Alicia abrió los ojos sobresaltada y vio a un guarda que la miraba sonriendo mientras la sacudía suavemente por el hombro.
Estaba sentada en un banco de piedra del parque, con el libro de matemáticas abierto en el regazo.
—Vaya, creo que me he quedado traspuesta mientras estudiaba —dijo la niña.
El guarda echó una ojeada al libro y comentó:
—No me extraña, si estabas estudiando matemáticas, con lo aburridas que son.
— ¿Aburridas? ¡Nada de eso, son muy divertidas! — exclamó Alicia—. A ver, piensa un número de tres cifras...

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